martes, 20 de abril de 2010

Videojuegos ¿el décimo arte?



Soy consciente de que esta entrada puede parecer un poco fuera de lugar en un blog sobre cine, pero creo que los paralelismos entre el mundo del videojuego y el del cine, unido al hecho de que ha sido precisamente un crítico de cine el que ha suscitado esta polémica justifican su inclusión aquí. Aparte, claro, de que además de un cinéfilo compulsivo también soy jugador de videojuegos, si bien no puede calificárseme como hardcore.

El pasado viernes uno de los críticos de cine más notorios de EEUU (y por tanto del resto del mundo), Roger Ebert, publicó una entrada en su blog acerca de un tema del que ya habló, muy brevemente, hace unos años. Básicamente dedica el artículo a intentar demostrar que los videojuegos no son un arte. No sólo eso sino que en anteriores ocasiones ha afirmado que no lo son y nunca pueden llegar a serlo. En la entrada del pasado viernes matiza, no sin cierta sorna, esta declaración diciendo que ningún jugador de videojuegos actual vivirá para ver su afición convertida en arte. En mi opinión la mera forma de expresar estas ideas de forma absoluta indica un hermetismo muy poco sano. Por supuesto la respuesta por parte de la comunidad de jugadores no se ha hecho esperar y por todas partes le han llovido críticas al señor Ebert.

El comienzo de esta discusión se encuentra con un problema fundamental, porque ¿alguien es capaz de definir qué es arte? Por supuesto tenemos la respuesta académica, pero es demasiado general como para ayudarnos aquí. Supongo que lo más fácil es definir el arte a partir de aquellas actividades que están consideradas por la mayor parte de la humanidad como tal: escultura, arquitectura, teatro, pintura, danza, literatura, cine, fotografía y, aquí ya puede haber más discrepancias, cómic. Basándonos en esto una idea general es que la humanidad representa mediante el arte la realidad o su propia imaginación, a fin de expresar algo y/o provocar emociones o pensamientos en el público. Con una definición tan poco precisa es fácil meter casi cualquier cosa en el saco. Pero si aceptamos que el cine es arte entonces, en mi opinión, es muy difícil negarle tal nomenclatura al videojuego. Ambos requieren de una dirección, un guión, un diseño de producción, una música… El ejemplo más extremo, más cercano al videojuego lo tenemos en el cine de animación. Una película de Pixar (como ejemplo de animación por ordenador) y un videojuego tienen unos requerimientos muy parecidos. Sólo que el videojuego requiere aun más cosas. En la película sólo se necesita la visión del equipo, y esa será la que todo el mundo vea en pantalla. En un videojuego, en cambio, tiene que estar prevista cada acción posible del jugador. Precisamente aquí hace Ebert hincapié, diciendo que una película responde al impulso artístico de una persona. Lo más peculiar es que recalque lo de una persona. El cine es un esfuerzo de grupo, como cualquiera sabe y, aunque el concepto de la autoría francés que tanto impulsó la nouvelle vague se empeñe en dar protagonismo al director, hay muchas más visiones dentro de una película. Pero hay un error mucho más flagrante. Ebert dice que normalmente el proyecto de una película empieza con el impulso autoral del director. ¡Nada más lejos de la realidad! La mayor parte de las películas en la industria parten del impulso en todo caso de un productor que encarga a un guionista una historia y luego se la da a un equipo (encabezado por un director) para que la ruede. ¿De quién es aquí la visión artística? ¿Del productor? Permítanme dudarlo ¿Del pobre y siempre olvidado guionista? Quizás. ¿Del director a quien se ha encargado el proyecto? Pues depende quien sea… Uno podría decir que una película hecha así no es arte. ¿Eliminamos entonces todas las películas del sistema de estudios hollywoodiense de los años 30-50? Nos cargaríamos la historia del cine. El arte puede ser, y en muchas ocasiones es, un esfuerzo de grupo. No obstante en el mundo del videojuego también existen los programadores independientes individuales o en grupos reducidos que hacen videojuegos “autorales”, si bien son menos prominentes que en el mundo del cine.

Pero no seamos cobardes y destruyamos todo el cine de estudio, digamos que en efecto esas películas no son arte. ¿Significa eso que el medio cinematográfico como tal deja de ser arte también? Parece bastante absurdo pensar que porque muchas de las películas no sean suficientemente buenas o, peor aún, suficientemente “de autor” todo el cine queda invalidado como arte. Aun tenemos muchos directores/guionistas que se guisan y se comen sus propias películas con una mano autoral artística evidente. Y sin embargo ese parece ser el razonamiento de Ebert: no ha encontrado ningún juego que merezca ser calificado como arte ergo el videojuego no es un arte. En mi opinión ya existen juegos que pueden ser calificados así, pero aunque no existieran eso no elimina la potencialidad del medio para producirlos. En cualquier caso no se puede encontrar un buen videojuego si jamás se juega a videojuegos. Ebert se contenta con criticar los vídeos de juegos comentados por Kellee Santiago. Esto es como criticar una película entera después de haber visto un póster. Y digo póster, no tráiler, porque falta un elemento esencial: la interacción. He aquí el punto clave.

Según Ebert los videojuegos son, como su nombre indica, juegos, no arte. Y yo me pregunto ¿no pueden ser las dos cosas? ¿Un edificio no puede ser una residencia y una obra de arte? Según Roger Ebert la interactividad destruye la idea de un autor transportándonos a su voluntad por una historia. Disculpen pero este argumento me parece débil. En un videojuego todas las opciones están programadas. El jugador puede elegir distintos caminos y acciones, pero todos y cada uno de ellos están previstos por los programadores, todos nos llevarán a la historia que quieren contarnos. Precisamente el valor de muchos videojuegos actuales reside en que no nos cuentan una historia única y lineal, sino múltiples historias posibles, dependiendo de nuestras elecciones. Y para mí este es un fuerte argumento a favor de que los videojuegos sean considerados un arte. No basta con tener unos bellos escenarios y una bella historia que contar, cada arte tiene algo, una cualidad que le diferencia de todos los demás. En el caso de los videojuegos es precisamente la interactividad. Esta interactividad también tiene que ser cuidada por los programadores como cualquier otro aspecto de una obra de arte. Como cualquiera que haya jugado un poco sabrá unos buenos gráficos y una buena historia pueden no servir de nada ante una jugabilidad penosa.

Roger Ebert compara los videojuegos con juegos de tablero como el ajedrez. Efectivamente en ambos hay unas normas a seguir y suele haber un objetivo. Lo importante de jugar al ajedrez es intentar alcanzar ese objetivo. Aun así se podría argumentar que muchas partidas de ajedrez son verdaderas obras de arte, pero no seguiré por ahí. Sin embargo en un videojuego las cosas cambian. Para empezar porque cada videojuego tiene reglas distintas y objetivos distintos. Pero además cada videojuego ofrece una visión única y diferenciada de la realidad o de la imaginación del autor. La analogía sería más correcta si pensáramos en un hipotético inventor del ajedrez, que hiciera además unas piezas y unos tableros exquisitos y, no contento con eso, después se dedicará a crear más juegos de tablero, cada vez uno distinto, con reglas distintas y fabricando con sus manos piezas y tableros de juego preciosos. ¿No sería esa persona un artista? Sería cuando menos un escultor. Quizá se podría protestar que el videojuego es una amalgama de otras artes, o que incluye elementos artísticos, pero ¿acaso el cine no es así también? Y sin embargo aceptamos que es un arte porque aunque incluya en sí mismo elementos de otras artes tiene un carácter y unos elementos propios y exclusivos. Exactamente igual que los tiene el videojuego.

Como podéis deducir por mi discurso soy de la opinión de que los videojuegos son, o cuando menos pueden llegar a ser, un arte. Afirmar que no sólo no lo es sino que no puede serlo es tener simplemente muy poca imaginación. Es cierto que aun no hemos visto el Ciudadano Kane de los videojuegos, pero afirmar que por ello no son arte sería como afirmar que el cine no era arte antes de Orson Welles. Cualquier fan de Murnau o de Fritz Lang (como yo mismo) os dirán cuan equivocada es esa opinión. Es posible que el videojuego este casi en su infancia después de apenas treinta años en nuestras vidas. Si seguimos la analogía con el cine, acaba de incorporarse el sonido a las películas. Aun queda mucho por recorrer y muchos caminos que explorar en el arte interactivo, pero no le cortemos las alas tan pronto a la criatura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

yo creo que el tal Ebert si ha jugado alguna que otra partida ... al final fantasy xiii, de ahí su menosprecio

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