El miércoles 16 asistí a la sesión de cortos de los Rencontres Internationales titulada Cine Revisitado en el cine Doré. Esta selección consistía en vídeos montados a partir de escenas de otras películas. He de confesar que es la primera vez que he salido de una sala antes de que terminara la proyección. Pocos minutos antes, eso sí, pero no podía aguantar más. Salvo alguna honrosa excepción todos los cortos eran ejemplos de los motivos por los que el arte contemporáneo está tan alejado del público general. La mayoría de ellos eran una mezcla informe de trozos de películas que no forman un todo nuevo sino un mero batiburrillo mezclado con más o menos gracia. Aderezado claro con toques de “a ver quien hace la cosa más rara” que tanto molesta a los neófitos en estas lides y continúan haciendo que el arte moderno se vea por la mayor parte de la gente como objetos de adoración gafapastil sin ningún mérito real. Ejemplo claro es el primer corto, que parte de una buena idea, el montar metraje del considerado basura, del que se desecha antes incluso del montaje, con los técnicos en escena, etcétera, pero cuyo director (presente por cierto en la proyección) decidió interrumpir con una mano moviéndose constantemente por en medio de la imagen arriba y abajo de modo que no puedes ver muy bien lo que sucede. Según él quería mostrar esas imágenes que se consideran basura sin importancia y darles primer plano. Entonces ¿por qué narices busca la forma de que no se puedan ver en absoluto?
Otro ejemplo aun peor que el anterior es el de Karel De Cock que nos ofrece en Unheard Silence el bucle de un plano fijo de una mujer mirando al horizonte desde un porche durante cuatro minutos.
El más salvable sería Shadow of a doubt de Bob Paris, que parte de escenas de la película homónima de Hitchcock repitiendo una y otra vez algunos de sus momentos para crear un todo distinto. Es el único corto en el que se ve la intención de hacer otra cosa, de crear una nueva obra de arte a partir de una anterior. Momentos como la escena de un periódico moviéndose una y otra vez para recrear el sonido de un tren muestran una visión más clara y más hábil que la de los demás. Puede no ser más original pero es que la originalidad no es siempre un valor cuando no va acompañada de nada más.
Entiendo que como parte de una exposición, en un museo, algunas de estas cintas tendrían mucho más sentido, como algo a lo que prestar quizá una atención pasajera como experimentos que son. Pero cuando se muestran en un cine, un lugar preparado específicamente para que el individuo se centre sólo en lo que sucede en pantalla el interés que provocan se reduce a cero. Es preocupante que, como dije antes, el arte de vanguardia se vea por el público general como algo sin valor, una especia de timo cultural. El problema es que cosas como esta proyección no hacen sino fomentar esa visión. Nunca he pensado que una obra de arte por ser experimental tenga que ser aburrida o no pueda ser simplemente bella, que provoque sentimientos o haga pensar al espectador. Una cosa no está reñida con la otra. No seré yo quien condene el arte contemporáneo porque considero que sí se hacen cosas interesantes. Pero el martes pasado no vi casi ninguna de ellas.
No obstante, inasequible al desaliento como soy, el viernes fui al museo Reina Sofía para otra sesión. Ésta se llamaba Represión, título que creo que es bastante explicativo. En ella se proyectaron tres cortos: Weile Wangque de Jinian de Liu Wei, A Letter to Uncle Boonmee de Apichatpong Weerasethakul y Missä on missä? de Eija-Liisa Ahtila. Los repasaré por separado:
- En Weile Wangque de Jinian el director recorre la plaza de Tiananmen mostrando el silencio o incluso el olvido de la población china respecto a los eventos ocurridos allí hace veinte años. Se trata de un corto documental sin mucho valor estético pero con una clara intención de protesta. Es interesante ver como la poca gente que reconoce la famosa imagen del estudiante plantado frente a los tanques no quiere hablar del tema.
- A Letter to Uncle Boonmee que ya mencioné hace unos días es un corto de Apichatpong Weerasethakul, director tailandés de cierto renombre, y que comparte personaje con su próxima película Uncle Boonmee who can recall his past lives. En el corto vemos el interior de muchas casa vacías en un pueblo en plena selva. Sólo unas pocas personas se encuentran fuera trabajando entre las casas. Vemos con parsimonia los objetos personales de la gente y la situación de las casas como si los habitantes se hubieran desvanecido de pronto, todo está igual que si alguien viviera allí aun. Después nos dirán que el ejército echó a la gente del pueblo. Como ya pasaba en su película Blissfully yours Apichatpong añade en posproducción cosas que parecen no concordar con lo que estamos viendo, que parecen “hacer trampa” al contarnos la historia. Aquí se nos lee la susodicha carta al tío Boonmee que poco parece tener que ver con la historia del pueblo. Y no obstante no chirría, nos sentimos extrañamente transportados con la lectura y las imágenes a ese mundo que se nos muestra. Apichatpong Weerasethakul siempre deja que la cámara pasee tranquilamente por los lugares, mantiene el plano unos segundos más de lo que haría la mayoría. Esto puede tener dos efectos: hacer que te sientas realmente allí en ese momento, escuchando los ruidos de la selva a tu alrededor, o que te aburras con la extrema lentitud de la película. Personalmente soy del primer grupo, pero entiendo perfectamente que mucha gente pueda sentirse del segundo.
- Missä on missä? es en realidad más que un corto u mediometraje de cincuenta y cinco minutos de duración. Con su bandera de experimental y surrealista bien alzada nos lleva en viaje alucinatorio a la vida de una escritora y de unos niños argelinos que asesinan a un amigo francés. Durante todo el corto nos encontramos con algunos terribles tópicos simbólicos como la muerte que visita a la escritora. Igualmente la historia sufre del síndrome de la gente que habla tan profundamente que no sabes de qué están hablando. En general casi todo el corto tiene un tono metafórico, incluyo algunos momentos que, me temo, son involuntariamente irrisorios, salvo al final cuando se nos enfrenta al “juicio” a estos niños argelinos y entonces el tono de la historia se va justo al otro extremo y se convierte en un mero panfleto. Desgraciadamente ambos tonos se pasan de rosca cada uno por su lado de modo que ninguno de los dos enganchan al espectador o dan material de reflexión. Si a esto unimos unas interpretaciones más bien pobres y una factura técnica no muy brillante el resultado es claramente negativo.
Aun quedan dos días de Rencontres, aunque probablemente no pueda ir a ninguna otra proyección. Soy consciente de que esta entrada no anima mucho pero de verdad pienso que, aunque hay mucha paja, se pueden encontrar algunas pequeñas joyas.
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