miércoles, 28 de abril de 2010

Joss Whedon y Los Vengadores

Photo by Amy Sussman/Getty Images North America

Desde que la noticia de que Joss Whedon dirigirá The Avengers se hiciera pública (que no oficial, aun parece que no hay nada firmado) ha habido multitud de comentarios sobre el tema en la Web. Hoy Cinematical nos ofrece su particular visión de porqué creen que Whedon puede atraer a un público más allá de los geeks de los comics. Según comentan Whedon es un personaje suficientemente conocido y respetado en EEUU gracias a sus series de televisión (Buffy cazavampiros, Angel, Firefly y Dollhouse). Aparte también ha hecho incursión en el mundo de los cómics (ofreciendo por cierto una de las mejores sagas de X-Men de los últimos años en Astonishing X-Men) y en el cine con Serenity secuela en forma de película de su serie Firefly. El problema es que si uno mira los resultados (económicos) de todas esas obras en realidad la única que triunfó fue Buffy. Firefly fue cancelada por falta de audiencia, lo que hizo que Whedon continuara la historia con Serenity que a su vez fue un fracaso comercial. Y Dollhouse ha sido ya cancelada en EEUU.

Tal vez tengan razón en Cinematical diciendo que los fracasos comerciales de Whedon se deban a una normalmente mala gestión de su publicidad. No obstante esto es prueba de que el nombre de Whedon no es suficiente para atraer a la gente al cine. Es más, fuera de EEUU la mayor parte de la gente, incluso algunos dentro de los gustos geek no saben quién es Joss Whedon, y sus obras, incluso las más famosas, no tienen el carácter de culto que tienen al otro lado del charco. La pregunta más obvia sería ahora ¿es necesario un nombre famoso para atraer a la gente a ver The Avengers? Para los que no lo sepan The Avengers es el título de un cómic de Marvel en el que se mezclan varios superhéroes de otros títulos de la compañía. Este tipo de crossovers es algo que se lleva haciendo desde que existe el género de los superhéroes, está visto como algo natural en este tipo de cómics. La idea de Marvel hace unos años fue tomar ese concepto y llevarlo al cine haciendo primero películas individuales de varios personajes y luego una película de The Avengers ni más ni menos que con personajes que originalmente componían el grupo cuando se creó en 1963. Por el momento hemos visto dos de esas películas individuales: Iron Man (cuya segunda parte se estrena este viernes) y El Increíble Hulk. Aun faltan por estrenarse Thor (2011) y Capitán America (2011), que de hecho lleva el título de The first Avenger: Captain America. Para los fans de Marvel la idea era un sueño hecho realidad. Sin embargo los actuales fans de Marvel no son suficientes para convertir una película en un éxito por sí mismos, hay que convencer al resto de la gente de que ésta es una película que merece la pena ser vista. Y para el grueso de la población que no está tan familiarizada con estos personajes la idea de The Avengers cuando vaya trascendiendo (apuesto lo que sea a que el noventa por ciento de la gente que va a ver Iron Man 2 no tiene la menor idea de que esta saga va a derivar en un crossover) va a sonar parecido a Alien vs. Predator o Freddy contra Jason, algo que desde luego no va a hacer mucho bien a sus posibilidades. Como un fan comentaba en un foro la semana pasada esta película puede ser una manzana envenenada para Whedon. Sólo una buena campaña de publicidad y un resultado en pantalla redondo (algo tampoco fácil con este material) pueden salvarle.

miércoles, 21 de abril de 2010

Cortometrajes on line


Gracias a Microsiervos he descubierto hoy Cortometrajes on line. Esta página Web recopila cortos que están colgados en la web en formato youtube, dailymotion, etc. Incluye desde cortos modernos y cortos de animación hasta algunos clásicos como The great train robbery, el primer western de la historia. Todos ellos están disponibles, claro, en las páginas originales, pero aquí los podéis encontrar recopilados, seleccionados y ordenados. Merece la pena echar un vistazo.

Por cierto, hablando de cortos en la web, en la página del National Film Board of Canada puede verse el último corto de Guy Maddin, director canadiense de culto, autor de películas tan peculiares como My Winnipeg. Si bien aquel filme no me convenció he de reconocer que el estilo de Maddin funciona mejor en forma de cortometraje. Este corto llamado Night mayor fue realizado para celebrar el 70 aniversario del susodicho National Film Board.

martes, 20 de abril de 2010

Videojuegos ¿el décimo arte?



Soy consciente de que esta entrada puede parecer un poco fuera de lugar en un blog sobre cine, pero creo que los paralelismos entre el mundo del videojuego y el del cine, unido al hecho de que ha sido precisamente un crítico de cine el que ha suscitado esta polémica justifican su inclusión aquí. Aparte, claro, de que además de un cinéfilo compulsivo también soy jugador de videojuegos, si bien no puede calificárseme como hardcore.

El pasado viernes uno de los críticos de cine más notorios de EEUU (y por tanto del resto del mundo), Roger Ebert, publicó una entrada en su blog acerca de un tema del que ya habló, muy brevemente, hace unos años. Básicamente dedica el artículo a intentar demostrar que los videojuegos no son un arte. No sólo eso sino que en anteriores ocasiones ha afirmado que no lo son y nunca pueden llegar a serlo. En la entrada del pasado viernes matiza, no sin cierta sorna, esta declaración diciendo que ningún jugador de videojuegos actual vivirá para ver su afición convertida en arte. En mi opinión la mera forma de expresar estas ideas de forma absoluta indica un hermetismo muy poco sano. Por supuesto la respuesta por parte de la comunidad de jugadores no se ha hecho esperar y por todas partes le han llovido críticas al señor Ebert.

El comienzo de esta discusión se encuentra con un problema fundamental, porque ¿alguien es capaz de definir qué es arte? Por supuesto tenemos la respuesta académica, pero es demasiado general como para ayudarnos aquí. Supongo que lo más fácil es definir el arte a partir de aquellas actividades que están consideradas por la mayor parte de la humanidad como tal: escultura, arquitectura, teatro, pintura, danza, literatura, cine, fotografía y, aquí ya puede haber más discrepancias, cómic. Basándonos en esto una idea general es que la humanidad representa mediante el arte la realidad o su propia imaginación, a fin de expresar algo y/o provocar emociones o pensamientos en el público. Con una definición tan poco precisa es fácil meter casi cualquier cosa en el saco. Pero si aceptamos que el cine es arte entonces, en mi opinión, es muy difícil negarle tal nomenclatura al videojuego. Ambos requieren de una dirección, un guión, un diseño de producción, una música… El ejemplo más extremo, más cercano al videojuego lo tenemos en el cine de animación. Una película de Pixar (como ejemplo de animación por ordenador) y un videojuego tienen unos requerimientos muy parecidos. Sólo que el videojuego requiere aun más cosas. En la película sólo se necesita la visión del equipo, y esa será la que todo el mundo vea en pantalla. En un videojuego, en cambio, tiene que estar prevista cada acción posible del jugador. Precisamente aquí hace Ebert hincapié, diciendo que una película responde al impulso artístico de una persona. Lo más peculiar es que recalque lo de una persona. El cine es un esfuerzo de grupo, como cualquiera sabe y, aunque el concepto de la autoría francés que tanto impulsó la nouvelle vague se empeñe en dar protagonismo al director, hay muchas más visiones dentro de una película. Pero hay un error mucho más flagrante. Ebert dice que normalmente el proyecto de una película empieza con el impulso autoral del director. ¡Nada más lejos de la realidad! La mayor parte de las películas en la industria parten del impulso en todo caso de un productor que encarga a un guionista una historia y luego se la da a un equipo (encabezado por un director) para que la ruede. ¿De quién es aquí la visión artística? ¿Del productor? Permítanme dudarlo ¿Del pobre y siempre olvidado guionista? Quizás. ¿Del director a quien se ha encargado el proyecto? Pues depende quien sea… Uno podría decir que una película hecha así no es arte. ¿Eliminamos entonces todas las películas del sistema de estudios hollywoodiense de los años 30-50? Nos cargaríamos la historia del cine. El arte puede ser, y en muchas ocasiones es, un esfuerzo de grupo. No obstante en el mundo del videojuego también existen los programadores independientes individuales o en grupos reducidos que hacen videojuegos “autorales”, si bien son menos prominentes que en el mundo del cine.

Pero no seamos cobardes y destruyamos todo el cine de estudio, digamos que en efecto esas películas no son arte. ¿Significa eso que el medio cinematográfico como tal deja de ser arte también? Parece bastante absurdo pensar que porque muchas de las películas no sean suficientemente buenas o, peor aún, suficientemente “de autor” todo el cine queda invalidado como arte. Aun tenemos muchos directores/guionistas que se guisan y se comen sus propias películas con una mano autoral artística evidente. Y sin embargo ese parece ser el razonamiento de Ebert: no ha encontrado ningún juego que merezca ser calificado como arte ergo el videojuego no es un arte. En mi opinión ya existen juegos que pueden ser calificados así, pero aunque no existieran eso no elimina la potencialidad del medio para producirlos. En cualquier caso no se puede encontrar un buen videojuego si jamás se juega a videojuegos. Ebert se contenta con criticar los vídeos de juegos comentados por Kellee Santiago. Esto es como criticar una película entera después de haber visto un póster. Y digo póster, no tráiler, porque falta un elemento esencial: la interacción. He aquí el punto clave.

Según Ebert los videojuegos son, como su nombre indica, juegos, no arte. Y yo me pregunto ¿no pueden ser las dos cosas? ¿Un edificio no puede ser una residencia y una obra de arte? Según Roger Ebert la interactividad destruye la idea de un autor transportándonos a su voluntad por una historia. Disculpen pero este argumento me parece débil. En un videojuego todas las opciones están programadas. El jugador puede elegir distintos caminos y acciones, pero todos y cada uno de ellos están previstos por los programadores, todos nos llevarán a la historia que quieren contarnos. Precisamente el valor de muchos videojuegos actuales reside en que no nos cuentan una historia única y lineal, sino múltiples historias posibles, dependiendo de nuestras elecciones. Y para mí este es un fuerte argumento a favor de que los videojuegos sean considerados un arte. No basta con tener unos bellos escenarios y una bella historia que contar, cada arte tiene algo, una cualidad que le diferencia de todos los demás. En el caso de los videojuegos es precisamente la interactividad. Esta interactividad también tiene que ser cuidada por los programadores como cualquier otro aspecto de una obra de arte. Como cualquiera que haya jugado un poco sabrá unos buenos gráficos y una buena historia pueden no servir de nada ante una jugabilidad penosa.

Roger Ebert compara los videojuegos con juegos de tablero como el ajedrez. Efectivamente en ambos hay unas normas a seguir y suele haber un objetivo. Lo importante de jugar al ajedrez es intentar alcanzar ese objetivo. Aun así se podría argumentar que muchas partidas de ajedrez son verdaderas obras de arte, pero no seguiré por ahí. Sin embargo en un videojuego las cosas cambian. Para empezar porque cada videojuego tiene reglas distintas y objetivos distintos. Pero además cada videojuego ofrece una visión única y diferenciada de la realidad o de la imaginación del autor. La analogía sería más correcta si pensáramos en un hipotético inventor del ajedrez, que hiciera además unas piezas y unos tableros exquisitos y, no contento con eso, después se dedicará a crear más juegos de tablero, cada vez uno distinto, con reglas distintas y fabricando con sus manos piezas y tableros de juego preciosos. ¿No sería esa persona un artista? Sería cuando menos un escultor. Quizá se podría protestar que el videojuego es una amalgama de otras artes, o que incluye elementos artísticos, pero ¿acaso el cine no es así también? Y sin embargo aceptamos que es un arte porque aunque incluya en sí mismo elementos de otras artes tiene un carácter y unos elementos propios y exclusivos. Exactamente igual que los tiene el videojuego.

Como podéis deducir por mi discurso soy de la opinión de que los videojuegos son, o cuando menos pueden llegar a ser, un arte. Afirmar que no sólo no lo es sino que no puede serlo es tener simplemente muy poca imaginación. Es cierto que aun no hemos visto el Ciudadano Kane de los videojuegos, pero afirmar que por ello no son arte sería como afirmar que el cine no era arte antes de Orson Welles. Cualquier fan de Murnau o de Fritz Lang (como yo mismo) os dirán cuan equivocada es esa opinión. Es posible que el videojuego este casi en su infancia después de apenas treinta años en nuestras vidas. Si seguimos la analogía con el cine, acaba de incorporarse el sonido a las películas. Aun queda mucho por recorrer y muchos caminos que explorar en el arte interactivo, pero no le cortemos las alas tan pronto a la criatura.

lunes, 19 de abril de 2010

Rencontres Internationales: Cine revisitado y Represión


El miércoles 16 asistí a la sesión de cortos de los Rencontres Internationales titulada Cine Revisitado en el cine Doré. Esta selección consistía en vídeos montados a partir de escenas de otras películas. He de confesar que es la primera vez que he salido de una sala antes de que terminara la proyección. Pocos minutos antes, eso sí, pero no podía aguantar más. Salvo alguna honrosa excepción todos los cortos eran ejemplos de los motivos por los que el arte contemporáneo está tan alejado del público general. La mayoría de ellos eran una mezcla informe de trozos de películas que no forman un todo nuevo sino un mero batiburrillo mezclado con más o menos gracia. Aderezado claro con toques de “a ver quien hace la cosa más rara” que tanto molesta a los neófitos en estas lides y continúan haciendo que el arte moderno se vea por la mayor parte de la gente como objetos de adoración gafapastil sin ningún mérito real. Ejemplo claro es el primer corto, que parte de una buena idea, el montar metraje del considerado basura, del que se desecha antes incluso del montaje, con los técnicos en escena, etcétera, pero cuyo director (presente por cierto en la proyección) decidió interrumpir con una mano moviéndose constantemente por en medio de la imagen arriba y abajo de modo que no puedes ver muy bien lo que sucede. Según él quería mostrar esas imágenes que se consideran basura sin importancia y darles primer plano. Entonces ¿por qué narices busca la forma de que no se puedan ver en absoluto?

Otro ejemplo aun peor que el anterior es el de Karel De Cock que nos ofrece en Unheard Silence el bucle de un plano fijo de una mujer mirando al horizonte desde un porche durante cuatro minutos.

El más salvable sería Shadow of a doubt de Bob Paris, que parte de escenas de la película homónima de Hitchcock repitiendo una y otra vez algunos de sus momentos para crear un todo distinto. Es el único corto en el que se ve la intención de hacer otra cosa, de crear una nueva obra de arte a partir de una anterior. Momentos como la escena de un periódico moviéndose una y otra vez para recrear el sonido de un tren muestran una visión más clara y más hábil que la de los demás. Puede no ser más original pero es que la originalidad no es siempre un valor cuando no va acompañada de nada más.

Entiendo que como parte de una exposición, en un museo, algunas de estas cintas tendrían mucho más sentido, como algo a lo que prestar quizá una atención pasajera como experimentos que son. Pero cuando se muestran en un cine, un lugar preparado específicamente para que el individuo se centre sólo en lo que sucede en pantalla el interés que provocan se reduce a cero. Es preocupante que, como dije antes, el arte de vanguardia se vea por el público general como algo sin valor, una especia de timo cultural. El problema es que cosas como esta proyección no hacen sino fomentar esa visión. Nunca he pensado que una obra de arte por ser experimental tenga que ser aburrida o no pueda ser simplemente bella, que provoque sentimientos o haga pensar al espectador. Una cosa no está reñida con la otra. No seré yo quien condene el arte contemporáneo porque considero que sí se hacen cosas interesantes. Pero el martes pasado no vi casi ninguna de ellas.


No obstante, inasequible al desaliento como soy, el viernes fui al museo Reina Sofía para otra sesión. Ésta se llamaba Represión, título que creo que es bastante explicativo. En ella se proyectaron tres cortos: Weile Wangque de Jinian de Liu Wei, A Letter to Uncle Boonmee de Apichatpong Weerasethakul y Missä on missä? de Eija-Liisa Ahtila. Los repasaré por separado:

- En Weile Wangque de Jinian el director recorre la plaza de Tiananmen mostrando el silencio o incluso el olvido de la población china respecto a los eventos ocurridos allí hace veinte años. Se trata de un corto documental sin mucho valor estético pero con una clara intención de protesta. Es interesante ver como la poca gente que reconoce la famosa imagen del estudiante plantado frente a los tanques no quiere hablar del tema.

- A Letter to Uncle Boonmee que ya mencioné hace unos días es un corto de Apichatpong Weerasethakul, director tailandés de cierto renombre, y que comparte personaje con su próxima película Uncle Boonmee who can recall his past lives. En el corto vemos el interior de muchas casa vacías en un pueblo en plena selva. Sólo unas pocas personas se encuentran fuera trabajando entre las casas. Vemos con parsimonia los objetos personales de la gente y la situación de las casas como si los habitantes se hubieran desvanecido de pronto, todo está igual que si alguien viviera allí aun. Después nos dirán que el ejército echó a la gente del pueblo. Como ya pasaba en su película Blissfully yours Apichatpong añade en posproducción cosas que parecen no concordar con lo que estamos viendo, que parecen “hacer trampa” al contarnos la historia. Aquí se nos lee la susodicha carta al tío Boonmee que poco parece tener que ver con la historia del pueblo. Y no obstante no chirría, nos sentimos extrañamente transportados con la lectura y las imágenes a ese mundo que se nos muestra. Apichatpong Weerasethakul siempre deja que la cámara pasee tranquilamente por los lugares, mantiene el plano unos segundos más de lo que haría la mayoría. Esto puede tener dos efectos: hacer que te sientas realmente allí en ese momento, escuchando los ruidos de la selva a tu alrededor, o que te aburras con la extrema lentitud de la película. Personalmente soy del primer grupo, pero entiendo perfectamente que mucha gente pueda sentirse del segundo.

- Missä on missä? es en realidad más que un corto u mediometraje de cincuenta y cinco minutos de duración. Con su bandera de experimental y surrealista bien alzada nos lleva en viaje alucinatorio a la vida de una escritora y de unos niños argelinos que asesinan a un amigo francés. Durante todo el corto nos encontramos con algunos terribles tópicos simbólicos como la muerte que visita a la escritora. Igualmente la historia sufre del síndrome de la gente que habla tan profundamente que no sabes de qué están hablando. En general casi todo el corto tiene un tono metafórico, incluyo algunos momentos que, me temo, son involuntariamente irrisorios, salvo al final cuando se nos enfrenta al “juicio” a estos niños argelinos y entonces el tono de la historia se va justo al otro extremo y se convierte en un mero panfleto. Desgraciadamente ambos tonos se pasan de rosca cada uno por su lado de modo que ninguno de los dos enganchan al espectador o dan material de reflexión. Si a esto unimos unas interpretaciones más bien pobres y una factura técnica no muy brillante el resultado es claramente negativo.

Aun quedan dos días de Rencontres, aunque probablemente no pueda ir a ninguna otra proyección. Soy consciente de que esta entrada no anima mucho pero de verdad pienso que, aunque hay mucha paja, se pueden encontrar algunas pequeñas joyas.

jueves, 15 de abril de 2010

Cannes 2010

© Brigitte Lacombe – graphic design Annick Durban

Hoy se ha presentado al público el jurado y la selección de películas que participarán en el festival de Cannes de este año, que se celebrará entre el 12 y el 23 de mayo. Como suele ser ya habitual el certamen se inaugurará con una gran producción americana, Robin Hood de Ridley Scott. Además fuera de concurso se presentarán las últimas películas de Woody Allen, Stephen Frears y Oliver Stone.

Dentro de la sección oficial competirán entre otras Biutiful (sí, así escrito) de Alejandro González Iñárritu, Outrage de Takeshi Kitano, Another year de Mike Leigh y Uncle Boonmee who can recall his past lives (la más esperada según la encuesta de la web IndieWire) de Apichatpong Weerasethakul, el director tailandés de moda y al que he empezado a seguir la pista recientemente. Por cierto aprovecho la ocasión para avisar de que se podrá ver un corto de este director el viernes en el Museo Reina Sofia de Madrid dentro de los Rencontres internationales: A letter to Uncle Boonmee.

Dentro de la sección Un certain regard se proyectarán los últimos trabajos de algunos directores ya veteranos como Manoel de Oliveira y Jean-Luc Godard.

Una de las películas más anticipadas que se creía podía estrenarse en el festival es The Tree of Life de Terrence Malick. Hasta el momento aun no está confirmado, pero parece que finalmente no se podrá terminar la posproducción a tiempo.

El presidente del jurado, entre cuyos miembros se encuentra el director español Víctor Erice, será en esta ocasión Tim Burton.

En la web oficial podéis encontrar toda la información.

lunes, 12 de abril de 2010

Rencontres Internationales Paris/Berlin/Madrid

Desde hoy y hasta el 21 de abril se celebran los Rencontres Internationales Paris/Berlin/Madrid. Se trata de un evento compuesto por proyecciones de películas y cortos, exposiciones y debates centrados en el arte contemporáneo multimedia. Tendremos la oportunidad de ver proyecciones de cine experimental, así como documentales y ficción tanto en el auditorio del Museo Reina Sofía como en el Cine Doré de la Filmoteca Española. La exposición con obras de vídeo y montajes multimedia se podrá ver en la Tabacalera - Futuro Centro Nacional de las Artes Visuales.

Ésta es una buena ocasión para los aficionados al arte contemporáneo, pero también para acercarse a él los que no lo seamos (como yo mismo, que soy un verdadero ignorante en esto) ya que todos los eventos son gratuitos. Y sobre todo para ver cine, sea en el formato que sea. Podéis comprobar el programa en la página web.

Shutter Island


El estreno de Shutter Island ha motivado un nuevo (aunque ya viejo) debate en torno a Martin Scorsese, una de las figuras fundamentales del cine mundial y, sobre todo, del Nuevo Hollywood de los años 70. Tanto los detractores como los defensores de la última parte de la carrera del director han encontrado argumentos para sus tesis en su nueva película. Personalmente me encuentro en terreno neutral. Soy de los que consideran que Gangs of New York fue una película injustamente vilipendiada (si bien es cierto que tiene problemas de ritmo en la segunda mitad, más bien achacables a unos tijeretazos poco hábiles), y además me gustó Infiltrados (aunque no me parece la cuasi obra maestra que muchos han querido ver). Y sin embargo encuentro pocas cosas de valor en Shutter Island. Es difícil hacer una crítica de esta película sin soltar spoilers. Haré lo que pueda pero advierto que algo se dejará entrever en mis comentarios, así que si seguís leyendo será por vuestra cuenta y riesgo.

Shutter Island cuenta la historia del Marshall Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) que visita la institución mental de Shutter Island para investigar la desaparición de una reclusa. Pronto averiguaremos, no obstante, que Daniels busca algo más allí, al asesino de su esposa, Andrew Laeddis. Espera ¿o era a gente que hacía experimentos con los enfermos? Ahí tenemos un primer dilema. Daniels nos asegura que no quiere matar al asesino de su mujer sino descubrir el tinglado tras la prisión. Sin embargo sus acciones van encaminadas exclusivamente a buscar al tal Laeddis. Esto podría haber dado lugar a un conflicto psicológico y moral interesante y, sin embargo, tal como se nos presenta es simplemente confuso, vago. Todo tiene su explicación al final, claro. Pero ese es otro problema, para mí el mayor. El giro final de la historia, que debería ser una gran sorpresa no es sólo previsible, es que se puede adivinar con facilidad en los primeros 5 minutos de película. Porque lo hemos visto miles de veces e otras películas y otros libros. Yo no he leído la novela en que se basa la película, pero sí una parecida y adiviné el final simplemente leyendo las sinopsis, antes de ver siquiera la película. Pero Holly no ha leído ninguna novela similar y aun así averiguó el giro final en la primera escena. Estoy seguro de hecho de que vosotros mismos, sagaces lectores, podéis haceros una idea sólo con lo que acabáis de leer. Eso indica que algo anda muy mal en la forma de contarnos la historia, porque en esta película ese giro final lo es todo, si sabes lo que está pasando todo lo que ves pierde el sentido, ya no importa. Así pues a medida que mis sospechas se iban confirmando la película se diluía para mí, no tenía el más mínimo interés.

Pero aun hay más. Sabiendo la sorpresa, gran parte de la historia se convierte en francamente absurda, irreal. La película no tiene un tono realista, ni falta que hace, pero sabiendo la verdad algunas acciones de los personajes son incomprensibles, o cuando menos cuestionables.

Por otro lado no se pueden hacer mucho reproches formales en su mayor parte, pero llegados al final Scorsese nos brinda un par de momentos no demasiado brillantes. La escena en el faro es forzada y tópica, y la explicación final larga y repetitiva, con un flashback absolutamente innecesario después de que nos hayan contado de palabra lo que sucede. ¿Tan difícil habría sido intercalarlo en el montaje?

No puedo más que sentirme decepcionado ante la última película de Scorsese. Habrá que consolarse, por lo menos aun no ha degenerado al nivel de Coppola…

martes, 6 de abril de 2010

La Cinta Blanca


Durante este puente he tenido ocasión de ver la que se ha considerado una de las películas europeas del año, la última de Michael Haneke, La Cinta Blanca. Sí, ya sé que voy con tres meses de retraso, pero como he estado allende los mares un tiempo necesitaré un par de meses para ponerme al día. Algunos de los que me conocéis sabéis ya que no soy precisamente un fan del director alemán. De hecho considero que es uno de los directores más sobrevalorados del panorama internacional, aunque si he de ser sincero está opinión mía se ha formado en base sólo a tres películas. En cualquier caso he de reconocer que La Cinta Blanca es la primera película de Haneke que realmente me ha gustado. Ahora bien, me parece que se queda muy lejos de la obra maestra que muchos críticos nos han querido vender.

La Cinta Blanca cuenta las historias paralelas de los habitantes de un pequeño pueblo alemán durante 1913-14, justo antes de la Primera Guerra Mundial. En dicho pueblo comienzan a ser atacados distintas personas sin que nadie acierte a encontrar al culpable o los culpables. Estos ataques servirán de detonante argumental para presentar al espectador las miserias personales de las diversas familias que conforman la comunidad.

Hay que advertir primero que para aquellos que no sean aficionados al cine europeo ésta no es desde luego la película por la que empezar. El ritmo es extremadamente pausado. Todo el filme está (impecablemente) rodado con largos planos de escaso movimiento. No creo que la película sufra en absoluto por ello, muy al contrario me parece un ritmo apropiado para lo que se cuenta. La cámara siempre permanece un par de segundos más frente a la imagen después de que la acción haya acabado, como si nos invitara a reflexionar un instante o a digerir lo que acabamos de ver u oír. En una de mis escenas favoritas toda la acción importante sucede al fondo tras una puerta de la que sale y entra uno de los niños protagonistas para traer a su severo padre los útiles con los que le aplicará el castigo. Sólo vemos esos movimientos del chico, mientras que la violencia física queda, como en la vida real, escondida tras una puerta cerrada. La factura técnica es, desde luego, intachable, desde el montaje a la preciosa fotografía en blanco y negro.

Pero donde la película se atasca, como en otras del mismo director, es en la conexión del espectador. Esto es en la desconexión que sufrimos. Los personajes están bien interpretados y definidos, pero la persistente manía de Haneke de ocultar forzadamente información al espectador hace que tomemos una distancia que impide que nos preocupen realmente los personajes, que vivamos intensamente situaciones que son, en muchos casos, realmente horrendas. Estoy casi convencido de que esa frialdad es intencionada, se nos muestran las cosas crudas, como son, pero desde fuera, con distancia. Eso hace que la historia tenga mucho menos impacto sobre el espectador. Desgraciadamente parece ésta una tendencia constante de la intelectualidad actual, viendo los (inmerecidos) halagos que reciben escritores como Cormac McCarthy por construir historias con un trasfondo que podría ser intensísimo consiguiendo hacer sentir al lector… absolutamente nada.

Por otro lado este subterfugio, ese intentar que el espectador no se entere de todo lo que pasa es algo que se ha convertido en un estilo propio en Haneke. El director alemán se ha empeñado aquí como en Caché (una película incluso más sobrevalorada que ésta) en presentar un misterio sin ofrecer una resolución absoluta (si bien en La Cinta Blanca se deja bastante clara la responsabilidad de los ataques). Esto no debería ser un problema per se, basta con pensar en obras maestras indiscutibles como Rashomon, que no nos dan una solución definitiva sino que nos dejan elegir por nosotros mismos. La diferencia entre la película de Kurosawa y Caché es que en aquella la historia es suficientemente intensa y los personajes nos mueven lo suficiente emocionalmente como para que la resolución realmente carezca de importancia. Es más, la no-resolución se convierte en la resolución. Pero en su película Haneke se contentaba con dejar hilos colgando sin más y sin ofrecer nada a cambio. Por suerte en La Cinta Blanca los hechos que nos cuentan son suficientemente interesantes y toman suficiente protagonismo como para que el misterio quede relegado a segundo plano sin que nos importe mucho. Es casi más una subtrama que realmente un hilo conductor. El resultado es por tanto bastante más redondo que en Caché.

Por último queda lo que podríamos llamar la intención analítica. Casi todos los críticos han coincidido en que La Cinta Blanca es una búsqueda de los orígenes del nazismo. En la película vemos como los niños no hacen sino poner en práctica lo que los adultos con su férrea disciplina les han inculcado. El distanciamiento entre las dos generaciones, la consideración del padre como figura autoritaria donde el amor apenas se puede concebir más que como motivo último de un dureza extrema en las enseñanzas, y sobre todo la aplicación de castigos que se consideran necesarios aunque haya una clara desproporción con el crimen, son caldo de cultivo ideal para futuros votantes nazis. Sin embargo ¿era esto exclusivo de la sociedad alemana? En mi opinión aunque la historia tenga lugar en Alemania y tengamos suficientes elementos idiosincráticos, la relación entre las dos generaciones no es suficientemente exclusiva de este país. Puedo imaginar que las relaciones padre-hijo (y similarmente las de señor-vasallo que se observa entre el barón y los aldeanos) de según qué clases sociales en aquella época podrían seguir patrones similares en toda Europa. Así pues, más que un comentario concreto sobre el sustrato sobre el que se alzó el nazismo, creo que la película abarca algo más amplio, una mirada bastante acusadora sobre las bases educativas y sociales en las que se sustenta una ideología totalitaria.

En resumen una película bien dirigida, con múltiples e interesantes lecturas pero que adolece de la incapacidad de invocar emociones en el espectador, de involucrarnos para sentir la película y no sólo pensar la película.