Siento mucho haber estado un mes sin actualizar el blog, pero hasta cierto punto me lo han impedido mis nuevas obligaciones laborales, un esguince y un cólico. Sí, y también un poco el Halo 3, Fallout 3, Dragon Age, mi segundo visionado de Galáctica… Y el cine, por supuesto. Este fin de semana fui a ver con tres semanas de retraso, cierta ilusión y un punto de precaución Air Doll (空気人形), la última película de Koreeda Hirokazu, director que me encandiló con Nadie sabe y Still walking (podéis leer la crítica aquí). Lo de la ilusión es obvio leyendo mi opinión sobre sus anteriores películas. Lo de la precaución es porque el cambio de registro era, aparentemente, enorme y la historia se prestaba a dudas. La película trata sobre una muñeca hinchable (interpretada por la coreana Bae Doona, a quien pudimos ver hace unos años en The Host, película muy recomendable) que un buen día cobra vida y se lanza a pasear por las calles de la ciudad, interaccionando con la gente, encontrando un trabajo y reflexionando, pues ese es el tema fundamental de la película, sobre la soledad en el entorno urbano.
Aunque el tema se prestaba, claro, a una comedia amable, Koreeda opta por una vía completamente distinta. La película tiene sus momentos de humor, pero el tono general es francamente triste. La historia pretende ser una reflexión sobre como las personas se aíslan unas de otras a pesar de compartir infinitos espacios comunes. Sólo Nozomi, la muñeca, con su inocencia, parece tener la libertad suficiente para acercarse a los demás. Por suerte, esta no es la típica historia en la que el personaje ajeno, mágico e inocente, nos enseña el verdadero sentido de… algo que los demás hemos perdido. Más bien al contrario la soledad que rige nuestras vidas es lo que acaba atrapando a la pobre Nozomi. Y aunque este es un planteamiento agradablemente fresco, si bien bastante desesperanzador, por desgracia la película no termina de sacarle el jugo.
El principal problema de fondo es que resulta demasiado evidente que Koreeda no está intentando contar una historia, sino más bien darnos una charla, exponer una tesis de cómo los humanos nos encerramos en nosotros mismos (algo especialmente resonante en la sociedad japonesa) y acabamos relacionándonos más con los objetos que con las personas. Es especialmente significativa (y excesivamente explícita) la escena en la que Hideo, el dueño de la muñeca, descubre que ésta ha cobrado vida y le pide que por favor vuelva a ser muñeca, que él la prefiere así. Para dejarnos clara la moraleja Koreeda se sirve de unos personajes, que apenas llegan a serlo, gente que no tiene ninguna relevancia en la historia y de la que sólo vemos pequeñas viñetas en las que nos queda claro que están solos y sufren. Pero no sabemos nada más de ellos, no tienen ninguna historia, absolutamente nada. Especialmente sangrantes son las dos escenas de la chica bulímica a la que sólo vemos comer y vomitar. Al final la historia principal se queda corta y las historias secundarias no son historias en absoluto. El único personaje desarrollado es el de Nozomi, pero no es suficiente. Más cuando durante toda la película nos machaca con una voz en off (que no cuadra demasiado con la inocencia que muestra durante la historia) que nos explica, por si no nos quedara claro, lo solos que estamos y cuanto necesitamos a otra gente.
Otra pega importante es el exceso de suspensión de incredulidad que Koreeda nos pide. Se supone que la muñeca es translúcida incluso cuando está viva puesto que sigue siendo de plástico pero absolutamente nadie se da cuenta. Es más nadie se da cuenta de que su tacto es distinto. El dueño no se da cuenta de que se ha movido, ha comprado cosas que deja tiradas por la casa, y se ha maquillado las costuras para que no se vean (costuras que vuelven a aparecer mágicamente cuando la muñeca se desinfla) a pesar de que desde el principio ha quedado bien establecido que la cuida al detalle y la trata como si fuera un ser humano. Y así una y otra vez. Intenté con todas mis fuerzas obviarlo, tomarlo como licencia poética o simplemente tomarlo como una parte más de la irrealidad de la historia, pero los puntos de incoherencia saltaban demasiado de la pantalla y era imposible mirar hacia otro lado.
A pesar de todo la película, aunque ha sido criticada por su larga duración, a mí se me pasó en un suspiro, en parte por la habilidad de Koreeda y su a veces inspirado, aunque sobrio (o quizá porque sobrio), estilo.
Es una lástima que Koreeda, que nos fascinó con su sutileza en Still walking, haya optado aquí por poco menos que el brochazo filosófico/sociológico, a pesar de mantener su estilo tranquilo y sin aspavientos melodramáticos. No obstante seguiremos atentos a su obra.