viernes, 30 de octubre de 2009

Lars von Trier (I): The element of crime (1984)


A raíz del estreno de Anticristo el pasado agosto, Holly me propuso hacer un ciclo personal de Lars von Trier, repasando una amplia parte de su filmografía. La idea me pareció estupenda así que en los próximos días/semanas subiré unos cuantos comentarios sobre el cine del director danés. Antes de empezar este ciclo sólo había visto 3 películas suyas (Europa, Dogville y Anticristo) y la primera temporada de Riget su famosa serie para televisión. Para que sepáis como tomaros mi opinión os digo que de momento el marcador está así:

Dogville. Interesante visual y argumentalmente, pero excesivamente larga y tediosa, me llegó a cansar y por ello no pude disfrutar tanto como debiera de su clímax.

Europa. Hasta el momento mi película favorita del director.

Anticristo. Me encantó. Me parece una película injustamente vilipendiada por parte de la crítica y por ciertos sectores moralistas.

Riget. Una serie sorprendentemente divertida. Aunque se vende como thriller, tiene más de comedia negra y mucha mala leche.

Volveré sobre estas cuatro en posteriores entradas y haré una crítica extensa sobre cada una de ellas. Como veis en general me ha gustado su cine, pero no me considero un fan incondicional. En cualquier caso me parece un personaje lo suficientemente relevante en el cine europeo de los últimos 20 años como para que cualquier cinéfilo se vea casi obligado a conocer su obra, aunque sólo sea para poder criticarle con todas las de la ley.

Pero basta de introducción. Empezamos, como es lógico, por el principio. The element of crime fue el primer largometraje que rodó, en 1984. Tengo entendido que, como en muchos casos cuando se trata de los primeros esfuerzos, el propio director no tiene a esta película en mucha estima. Y no es de extrañar. Hay un adjetivo que no me suele gustar a la hora de analizar una película, tanto si lo hago yo como si lo leo por parte de algún crítico profesional, pero en este caso define lo que es este filme: pretencioso. Es cierto que es algo de lo que se ha acusado a Lars von Trier en sus trabajos posteriores y más famosos, pero al menos en ellos ha conseguido un mejor equilibrio entre fondo y forma.

El argumento es bien sencillo, un detective vuelve de su retiro (forzoso) en El Cairo para encargarse de la investigación de unos asesinatos en serie. Para ello se basará en las enseñanzas de su maestro, explicadas en el libro El elemento del crimen, metiéndose cada vez más en la mente del asesino Harry Grey. La película se desarrolla en clave de cine negro, con todos sus tópicos: voz en off, estoico detective protagonista, femme fatales. Esto no es necesariamente un punto negativo cuando se sabe llevar bien o cuando se usa con clara intención irónica o autoreferente. De hecho el personaje del jefe del protagonista sí que funciona en tanto que parodia de sí mismo (imposible no sonreír cuando dice la topiquísima frase “esa es la diferencia entre tú y yo…”). Pero aquí el guión (firmado por el propio director y su compinche Neils Vorsel, del que sabréis más cuando os hable de Epidemic) se olvida de uno de los detalles importantes del cine negro clásico: la complejidad argumental (¿alguien es capaz de entender la trama de El sueño eterno? Si es así que me la explique, por favor). La historia es simplona hasta decir basta y aburridamente previsible, el final se ve venir desde la primera media hora.

Cualquiera podía darse cuenta de lo burda que resulta la historia o lo planos, hasta convertirse en meros clichés, que son los personajes, así que ¿qué pretendía Lars von Trier? Pues simplemente un ejercicio estilístico. Visualmente la película es impecable, a ratos incluso poética. Al parecer el director era en esta época seguidor de Tarkovski y pretendía copiar su estilo (aunque por suerte sus planos no son tan largos y aburridos como los del ruso). La cinta está rodada en un tono ocre, roto solamente por la luz azul de las televisiones y de algunas de las bombillas, dando un contraste soberbio. Además, como volveremos a ver múltiples veces a lo largo de su filmografía, Lars von Trier utiliza los animales como símbolo (con ejemplos claros en la reciente Anticristo y en el perro de Dogville) y aquí nos encontramos con constantes imágenes de caballos o mulos muertos. Por alguna razón los animales muertos siempre son una metáfora de algo y aquí pretenden elevar la película por encima de lo que realmente están contando, la definición exacta de “pretencioso”.

Pero si aun no me creéis tengo más argumentos. La película está ambientada en una Europa con claros signos de decadencia (genial la escena de los archivos completamente inundados), una Europa que no termina de ser la que conocemos, sino que parece situada en un futuro no muy lejano. Además, para añadir más simbolismo, todo el mundo habla de “Europa” sin especificar más, como si fuera un país único. Parece que von Trier nos quiere hacer llegar algún mensaje social, pero éste no llega a traspasar la pantalla, más allá de lo evidente (y esperable): si pasas demasiado tiempo persiguiendo a un monstruo te acabas convirtiendo en uno.

En definitiva un trabajo con todos los defectos de una primera obra y puede que alguno más, aunque apunta ya las buenas maneras estilísticas que el director desarrollaría posteriormente.

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