Epidemic fue la segunda película de Lars von Trier dentro de lo que llamaría su trilogía de Europa. Si en el caso de The element of crime hablábamos de pretenciosidad aquí parece haber más un espíritu burlón. En ocasiones he leído opiniones de gente que afirma que el director danés no tiene sentido del humor. Nada más lejos de la realidad, como demostraban sus apariciones en Riget y muchos detalles de sus películas.
Aquí nos encontramos de nuevo con un ejercicio de estilo, si bien mucho menos refinado que el anterior. La historia parece a simple vista más interesante, pero acaba siendo incluso más plana que en The element of crime. El propio von Trier y el coguionista Niels Vørsel son los protagonistas, interpretando a sí mismos en el proceso de crear una historia sobre una epidemia en un mundo alternativo. Paralelamente vemos escenas situadas en esa historia que ambos están creando. Así, en la propia estructura, nos encontramos con uno de los problemas de la película, ya que hay un claro desequilibrio entre las dos partes. Las escenas situadas en la parte ficticia son imaginativas, interesantes, con una puesta en escena que amplia sobre lo visto en la anterior película. Las escenas del “mundo real” son, por el contrario bastante aburridas. No quiere esto decir que me parezca mal que estén rodadas de manera más sobria, ya que esto es una forma más de marcar el contraste, y no necesariamente negativo. El problema es que la historia, si podemos llamarla así, apenas avanza, no sucede prácticamente nada. Para más inri estas escenas tienen mucho más metraje que las otras, dejando una película desequilibrada hacia el peor lado.
Y, no obstante, no podemos tomárnoslo muy en serio. Toda la película parece existir sobre un halo de guiño cómplice. Hay una escena muy significativa en cuanto a las intenciones de los guionistas (y quizá respecto a sus personalidades) y que ejemplifica además esa sensación de “esto no va a ninguna parte” que nos acompaña en el visionado. En ella Niels Vørsel le cuenta a Lars von Trier como hizo creer a unas chicas americanas que era un adolescente y se convirtió en su amigo por correspondencia. A continuación se dedica a leer algunas de las cartas y a reírse junto a su amigo de los sentimientos expresados en ellas. Las reacciones ante las cartas (reales o no) son de un desprecio absoluto, lo que en ese momento te hace rechazar a estos dos “intelectuales” que se creen tan listos. Pero claro, es difícil saber cuánto de verdad hay en esto, cuánto de guión y cuánto de mera broma hacia el espectador, con ese humor a medias, oscuro, tan propio de los países nórdicos. Y el final, divertido, estridente y crispante (insoportables los gritos de la señora, a la que todo el mundo quisiera abofetear) resulta como un último guiño en el que toda la comedia cae y parecemos intuir que nos estaban tomando el pelo. Esta sensación permanece aun más cuando suena la muy ochentera canción de los títulos de crédito, llamada Epidemic y coescrita por Lars von Trier. Y una vez más resulta imposible saber si es meramente un producto de los tiempos o un nuevo chiste malo.
Podemos resumir la experiencia en un sabor de boca más desagradable que el anterior, una película con menos alardes visuales, un tanto cutre incluso, si se me permite la expresión, pero en el que descubrimos al Lars von Trier juguetón que conocemos.